EL BARQUERO
Casi no llega al último viaje del día de la barcaza a través del lago, pero había acelerado para no perderla. Era el único pasajero y aparcó el coche en el centro de la cubierta. Bajó para pagar al barquero, aceptando el cigarrillo que éste le ofrecía. Al darse la vuelta para encenderlo, se quedó sorprendido cuando contempló su todoterreno completamente destrozado, igual que si se hubiera despeñado por un barranco. Se giró hacia al barquero y le vio encogerse de hombros, como alguien que ya lo ha visto todo. Hacía mucho frío. El hombre empezó a sollozar.
Caronte y la laguna Estigia por alusiones...Una versión muy actual la tuya, todoterreno, cigarro; pobrecillo quizás hubiera preferido no llegar a tiempo!
ResponderEliminarSaludos
Me encanta la indolencia del barquero. La composición del personaje es estupenda.
ResponderEliminarLe faltaba sólo un GPS para llegar antes a su destino... y encontrarse de todas formas con la mirada indiferente del barquero.
ResponderEliminarGracias por vuestro interés.
Un saludo.
Yo también creo que el barquero es el mismo desde que montaron el negocio de las barcas.
ResponderEliminarUn saludo, Rafa.
Y lo que le queda...
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