
SIN ESTRENAR
A cada campanada, me voy agachando más y más. Hasta hacerme imperceptible. Desaparezco hacia adentro. Todos comen uvas. Algunos, con la risa, las esturrean. Divertidos, otros se atragantan. El jugo chorrea por las comisuras. Cuando suena la última todos brindan y se abrazan. Entre gritos de júbilo se desean un feliz año. Yo me miro las manos. Aún tengo las doce uvas en ellas, no podría tragar ni una. Sentado en el suelo, en este rincón casi oculto, siento abierto el costurón del pecho. Y lloro porque tú este nuevo año ya no lo estrenarás.
Emocionante Miguelángel, pone los pelos de punta y deja sin palabras.
ResponderEliminarUn abrazo, FELIZ NAVIDAD
De una poesía dura. Una muerte lírica.
ResponderEliminarUn abrazo Miguel
Muy lírico y visual.
ResponderEliminarBesitos