En un espacio que pretende mostrar el fluido común de la cultura europea es imposible evitar traer un texto como éste. Es un artículo aparecido en un diario de Bucarest hace apenas un par de días y que puedes leer, traducido al castellano, en Preeseurop.
Su autor es el escritor Mircea Cărtărescu (dicen que está llamado a ser el primer premio Nobel de Rumanía) y el artículo, titulado Hamlet no puede ser federalista, expone las dificultades considerables para alcanzar la quimera de unos hipotéticos Estados Unidos de Europa. Aunque os invitamos a que leáis el artículo completo, nos quedamos con la parte que incumbe a este blog, y que resume de forma magistral la esencia de la cultura europea.
El sentimiento de pertenecer a una civilización. Se trata del espíritu europeo. De la extraordinaria alianza cultural y artística del continente que, a fin de cuentas, generó nuestra civilización, edificada sobre las espaldas de Homero, Sócrates, Dante, Leonardo da Vinci, Shakespeare, Newton, Vermeer, Goethe, Kant, Beethoven, Proust, Einstein, los primeros que se me vienen a la cabeza entre las grandes figuras que pensaron y crearon en otros tiempos.
Europa es en primer lugar y ante todo un concepto cultural, un estado de ánimo, el sentimiento de pertenecer a una civilización. Es el continente de los museos, de las salas de conciertos, de las catedrales. Es el espíritu intelectual dubitativo, lento pero profundo, encarnado por un Hamlet pensativo (el arquetipo del europeo), en contraposición al hombre de acción. Es la Grecia del presente, para la que Estados Unidos es como si fuera Roma. No hay ningún motivo por el que Atenas desee convertirse en una Roma.
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