Como homenaje a los que la padecieron, y ejemplo para los que piensen aún que es una solución, hoy, Día Internacional de Solidaridad con las Víctimas de la Tortura, viajamos con Umberto Eco a través de las páginas de El nombre de la Rosa hasta finales de noviembre de 1327, cuando Adso de Melk y Fray Guillermo de Baskerville, a lomos de sus mulos, suben los últimos repliegues de la montaña para vivir en el interior de aquella abadía los acontecimientos más asombrosos y terribles que puedan ser imaginados...
“Hay una sola cosa que excita a los animales más que el placer: el dolor. Cuando te torturan sientes lo mismo que cuando estás bajo los efectos de las hierbas capaces de provocar visiones. Todo lo que has oído contar, todo lo que has leído, vuelve a tu cabeza, como si estuvieses arrobado, pero no en un rapto celeste, sino infernal. Cuando te torturan no dices sólo lo que quiere el inquisidor sino también lo que imaginas que puede producirle placer porque se establece un vínculo (éste Sí verdaderamente diabólico) entre tú y él... Son cosas que conozco bien, Ubertino, pues yo mismo formé parte de esos grupos de hombres que creen que la verdad puede obtenerse mediante el hierro al rojo vivo. Pues bien, has de saber que la incandescencia de la verdad procede de una llama muy distinta. Cuando lo torturaban, Bentivenga puede haberte dicho las mentiras más absurdas, porque ya no era él quien hablaba, sino su lujuria, los demonios de su alma.”
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